Continuamos con nuestro periplo aguas arriba del Tajo donde lo dejamos en la entrada anterior, en el pueblo de Sayatón, junto al evocador Salto de Bolarque. También es de reseñar que este recorrido coincide parcialmente con el de la entrada "Circunvalando Entrepeñas", que hará las delicias de niños y mayores, que al fin y al cabo son los mismos. Como de costumbre, las fotos son del
que escribe a menos que se diga lo contrario.
Desde Sayatón, tiramos por la CM-2009 en dirección N. A la derecha, hacia el Tajo, aparecen una sucesión de vallados que indican fincas privadas por doquier. Paso junto al caserío de Anguix, una finca particular presuntamente destinada al aprovechamiento cinegético. En su interior, en un cerro elevado con vistas al Tajo, se localiza el castillo de Anguix, sólo accesible para los dueños y trabajadores de la finca: o cuidan el Bien de Interés Cultural -que además está en la Lista Roja de patrimonio en peligro- o lo dejan caer, hagan sus apuestas.
Un poco más adelante, a la altura del cruce con la CM-9222, encuentro, a la izquierda, una serie de edificaciones dispersas en un entorno muy verde, muy agradable. Aparco entre grandes árboles: "Peña de Horeb", reza un cartel cuya iconografía recuerda a un albergue de montaña aunque se trata de un campamento de orientación religiosa. Me acerco al acceso del complejo, compuesto de varias edificaciones; tras un camino recortado en la hierba, la terraza de lo que parece un pequeño bar sugiere lo agradable que debe ser en las noches de verano.
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Entrada del campamento "Peña de Horeb"
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Sin más dilación me introduzco en la CM-9222, antes denominada
carretera de la "ceja de Entrepeñas". El inicio se señaliza por una cuantas señales añejas, de anaranjada pátina, modelos de la
instrucción de carreteras de 1961. Poseen un copete verde encima de la indicación: C-204, la
antigua carretera comarcal de Pastrana a Sigüenza por Cifuentes.
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Señal con gorrito
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Avanzo por la
estrecha vía, con baches remozados, sin arcén y de contorno irregular, como sacada de tiempos pretéritos. A la derecha emerge un edificio ruinoso, de sólida mampostería y puertas y ventanas decoradas con arcos escarzanos: la
antigua estación de Auñón.
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Edificio de viajeros de la estación de Auñón
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Un marchito cartel de interpretación, junto a la carretera, me saca de dudas: la estación formó parte de la línea de Madrid a Teruel pasando por Guadalajara y Cuenca: el denominado "tren de Arganda, que pita más que anda". Fue construida por la Compañía General del Ferrocarril de Madrid a Aragón, e inaugurada en 1919.
Rodeo los dos edificios de la estación, bien rellenos de basura, arbustos y maleza: el edificio de viajeros, al frente, y el almacén, en la trasera. Hacia el río se adivina el arcén y la posición de las vías; más allá, un antiguo transformador que quizás proveería de luz eléctrica la propia estación.
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Impresionante cortado
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Alcanzo una bifurcación en ángulo recto: a la izquierda, un puente de aspecto vetusto salva el Tajo; de frente, la estrecha carretera prosigue en la margen derecha del río. Tiro por ahí, entre el río y un cortado calizo vertical, hasta llegar a un pequeño aparcamiento que me lleva al pie de la presa de Entrepeñas (1958), donde se ubica la pequeña central hidroeléctrica.
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Presa y central
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Observo el potente talud de hormigón: se trata de una presa de gravedad de planta recta con cinco aliviaderos de compuertas, en este momento cerradas. Al otro lado del río, sobre una cornisa del cortado, una pequeña construcción con almenas y ventanas con arcos de medio punto parece a punto de tirarse al vacío, entre las altas copas de los pinos piñoneros.
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¿Un castillo fake? |
Regreso por la carreterilla hasta encontrar un camino ancho que baja abruptamente al río. Encuentro la
salida de agua de la turbina de la central, cuyos dos tajamares intermedios cortan el flujo del agua para aminorar su velocidad de entrada al río.
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Salida de aguas de turbina
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El paisaje es fresco y frondoso; un bosque de galería, de hermosos chopos de hoja caída, contrasta con la verticalidad del acantilado calizo, naturalmente ensuciado con los conocidos "trazos de tinta", esa negrura producida por
biofilms de cianobacterias hidrófilas que parece un dibujo al carboncillo.
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Tajo encajonado
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Un poco más hacia el puente, encuentro a la izquierda un camino paralelo a la carretera que lleva a un entorno maravilloso: tras un enorme y viejo plátano que parece una mano abierta hacia el cielo, una
antigua nave de grandes ventanales.
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El plátano de la Mano Abierta y la antigua central eléctrica
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Camino sobre las crujientes hojas secas del plátano hasta alcanzar la nave, actualmente escuela de piragüismo. En su frontón escalonado, una fecha: 1908.
Rodeo el edificio por la derecha: la escuela de piragüismo era parte de la antigua central eléctrica de Guadalajara.
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Actual escuela de piragüismo
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Me acerco a la orilla del Tajo, salpicada de pequeños cantos rodados que atrapan la espuma del agua. Al fondo, tras los reflejos de la vegetación circundante, emerge el
puente medieval (siglo XIV), con sus
tres ojos de medio punto y sus dos pilas y tajamares.
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El puente medieval
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Cruzo el puente; a la derecha, sobre el pretil, emerge un hito miriamétrico del Plan Peña: C-204, punto kilométrico 32.
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Puente medieval con hito del Plan Peña
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Al otro lado surgen varios caminos: a la derecha la pista que lleva a la urbanización La Carrascosilla; a la izquierda la continuación de la antigua C-204, en dirección a la presa de Entrepeñas. De frente, una entibación de travesaños de madera llama mi atención; la exploración se impone.
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Entibación sospechosa
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Intento subir por las bravas, no hay manera, demasiada pendiente pedregosa. Tiro de oficio: consulto la foto aérea: hay un camino a la derecha que rodea lo que parece un desmonte o cantera. Lo tomo; tras un rato de ascenso alcanzo la gran explanada de la
cantera Blanquita, recortada entre afilados taludes dolomíticos a varias alturas.
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Cantera Blanquita
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Se trata de una de las dos canteras que proveían de áridos y material pétreo para la construcción de la presa. Me acerco al límite de la corta que hace de improvisado mirador sobre el Tajo: el paisaje es maravilloso a la luz de la mañana otoñal.
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El Tajo aguas abajo, desde la cantera Blanquita
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Aguas abajo por donde hemos venido, la estación de Auñón y el campamento "Peña de Horeb". Aguas arriba el puente medieval, la presa y la angostura de los cortados de Entrepeñas.
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El Tajo, puente medieval y presa, desde la cantera Blanquita |
Vuelvo a la carretera. A la derecha encuentro una verdadera reliquia que espero se proteja: una señal informativa del Plan Peña (1939), con su característica tipografía sobre fondo azul. Un viaje en el tiempo en toda regla.
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Señal informativa del Plan Peña con cantera al fondo
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Sigo por la antigua C-204 en dirección a la presa, colgando a media altura entre un potente barranco y un acantilado vertical, al que se ha recortado un trozo para acomodar la vía. Estrecha, firme precario, rocas desprendidas: aquí hay que tener cuidado. Afortunadamente, su lado izquierdo está protegido contra las caídas por sólidos malecones de piedra.
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Carretera provisional de acceso a la presa
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Un poco más adelante la cornisa se cierra sobre la carretera: llegamos a la famosa e imponente
"visera" de Entrepeñas, una suerte de túnel semiabierto que causa una cierta impresión telúrica.
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La "visera", una pasada
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Ya llegando al estribo izquierdo de la presa, para mi solaz y relax encuentro un ensanchamiento que precede a la unión de esta carretera con la importante N-320.
En el centro, rodeada por los carriles, una pérgola de piedra, que podría estar en cualquier parque urbano de cierta entidad pero está aquí, pareciendo esperar una animación que no llegará jamás, o sí.
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La pérgola, más sola que la una
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Hacia el acantilado asoma la torre del homenaje del Castillejo, un antiguo bar con mirador que ya observamos desde la central eléctrica. Muy chulo, con sus almenas y torreón, como de cuento. Está cerrado con verjas, menos mal porque habría fiambres a cascoporro.
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El Castillejo |
A la derecha del Castillejo, bajando una curvada escalinata con un chozo cerrado, me asomo al abismo para admirar la central eléctrica desde arriba.
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La central eléctrica de Entrepeñas
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Prosigo por debajo de la N-320, encontrando, a unos doscientos metros, un
mirador semicircular con kiosko y terraza, vandalizado como casi todos los lugares abandonados del mundo mundial.
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Mirador |
A los lados bajan sendas escaleras a una plataforma inferior, donde una estrecha rampa desciende hasta sumergirse en las azulísimas aguas del embalse, que se rizan al constante y fresco viento del noreste. Una vista de 180º magnífica, sin duda.
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Rampa al agua
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Regreso a la pérgola, observando el murallón de la presa así como una serie de construcciones ruinosas, con unas rampas extrañas que se despeñan en el montículo al otro lado de la presa.
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Presa desde mirador
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El próximo objetivo es seguir el Camino Natural del Tajo (sendero GR-113) hasta el mirador del Alto de San Julián, para lo cual no hay más remedio que dirigirnos al pueblo de Sacedón y retroceder. Para ello cojo la N-320, paso por un túnel y tomo la salida 222. Sigo por la avenida de Florentino Fernández, un conocido humorista sacedonero que participó en el irrepetible El Informal, un programa de televisión con unos doblajes que quizás no pasarían el filtro de la corrección social actual.
En la rotonda, tomo la variante N-320A hasta llegar a un hito del Plan Peña (N-320) y un cartel de interpretación.
Subo por un lateral de la peña, por eso de ver si hay un camino que me lleve a la Boca del Infierno, un estrechamiento entre este promontorio y un islote del embalse, también llamado el Castillejo. Nada que rascar, a excepción de dos depósitos de agua que ocultan parcialmente la vista de la orilla E del embalse.
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Depósitos y embalse
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Regreso por la N-320A hasta encontrar, a la derecha, un cartel de madera que indica la posición del Sagrado Corazón de Sacedón. Cojo una pista asfaltada en pendiente, en regular estado de conservación que evidencia el escaso tráfico. La pista, estrecha y sin quitamiedos, asciende en un agradable paisaje de garriga con manchas de olivar, típico de la Alcarria.
Llego a la explanada que acoge el monumento al Sagrado Corazón de Jesús (1956), flanqueado por un par de casetas con antenas y cables que recuerdan a los dos ladrones de la crucifixión. El monumento se levanta sobre un plinto abovedado que soporta una pirámide truncada, y ésta un Cristo con los brazos abiertos, signo de protección para el pueblo. Desde aquí todo bien, pero hay algo raro en la cara del Cristo.
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El "Sagrado" Corazón de Sacedón
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Me acerco: el Cristo hace gala de una boca desencajada, carcomida; su carne pétrea ennegrecida y desfigurada recuerda los momentos más
creepy de las novelas de Edgar Allan Poe. Aunque, mirándolo de forma pragmática, podría servir como localización para series y pelis de terror, lo que contribuiría a mejorar las arcas del pueblo. Ni tan mal, oiga, café para todos.
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Joder qué miedo
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Aterido por el mal rollo que causa esta imagen de pesadilla, me coloco bajo el espacio abovedado para sacar una toma enmarcada del embalse, por eso de subir el ánimo.
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Menuda vista
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Desde la caseta eléctrica, junto al camino de acceso, se otea el pueblo de Sacedón y el margen oeste del embalse de Entrepeñas. A a izquierda, una playa con unos espigones emerge de los pinos.
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Vista de Sacedón
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Desciendo -con cuidado de no irme por el barranco- hasta la rotonda de acceso al pueblo, y desde allí a la avenida del Lago Azul, que discurre bajo la N-320 hasta acercarse al embalse, en la calle de la Ribera de Entrepeñas.
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A la orilla del lago
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Desciendo por el pinar hasta la playa, dotada de un embarcadero. Los mástiles de los veleros oscilan movidos por las olas del mar de Castilla, como llaman algunos -de forma algo rimbombante- el sistema de embalses del Tajo. A la izquierda aparece el gran cortado de la Boca del Infierno, donde se ubica una interesante vía ferrata.
Cojo la N-320 para volver a la presa de Entrepeñas. Tras pasar la coronación y un túnel en curva cojo el desvío a la izquierda, alcanzando los jardines del poblado de Entrepeñas. Se trata de un espacio ajardinado con unos miradores ruinosos, que se despeñan sobre la central eléctrica en una imponente postal.
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Mirador chungo y presa
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Junto a la entrada del túnel, a su izquierda, encuentro la
caseta del compuertero, de estilo racionalista.
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Casa del compuertero y túnel
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Frente al jardín, al otro lado de la N-320, tras una escalinata surgen los tres arcos blancos del Albergue de Entrepeñas (1960), cerrado a cal y canto. De todas formas, su salida directa a la nacional probablemente no sea lo más adecuado a día de hoy.
Tomo una calle que sale, en fuerte ángulo, a la derecha, internándome en el poblado de Entrepeñas (1960). La primera calleja a la derecha me deja frente a la ermita del poblado.
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Ermita del poblado
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Blanca, rodeada de arcos, me recuerda a las iglesias de los poblados de Regiones Devastadas. Al oeste y bordeando la ermita, unas viviendas blancas con balcones en rejilla se elevan sobre un zócalo, adaptándose a la pendiente.
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Viviendas del poblado
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Tomo la calle principal del poblado hasta alcanzar, a la izquierda, el
transformador de la Confederación Hidroeléctrica del Tajo. Exhibe un buen diseño racionalista con sus paños en piedra y su cubierta partida, propio de los mejores arquitectos de la época.
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Chula caseta de la Confederación Hidroeléctrica del Tajo
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Algo más arriba lo inesperado: un amplio lavadero con una cubierta sostenida por cerchas españolas de pendolón y tornapuntas.
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Lavadero |
Un par de monolitos de piedra, con aspecto de entrada, preceden a una fuerte curva a la izquierda, que asciende a la parte alta del poblado. Un camino a la derecha llama mi atención, ya que lleva a una especie de pared curva que parece un azud o presilla. A partir de aquí, a la derecha y siguiendo la curva de nivel, sale un camino bordeado por un murete de piedra.
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Camino a la cantera
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El sendero es muy aéreo, y las vistas son espectaculares entre los verdes pinos de amplias copas. Al rato alcanzo una serie de edificaciones ruinosas que se precipitan ladera abajo: la cantera de Entrepeñas, donde se extrajo la piedra para acometer la gran infraestructura hidráulica.
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Impresionante |
Accedo, con sumo cuidado, a la construcción principal. Consta de tres salas separadas por arcos de medio punto. Echo un vistazo hacia arriba por si hay algo que se pueda desprender: en estos ámbitos hay que extremar las precauciones y no ir a lo loco.
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Esto sí que es un mirador
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Me acerco a medio metro del borde: se aprecian unas marquesinas metálicas por las que se bajaría la piedra hasta las rampas que aparecen más abajo.
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Estructuras con forma de marquesina |
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A la izquierda se presenta el embalse y sus miradores, tras otros edificios ruinosos de la cantera.
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Cantera y embalse
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Asciendo a la parte superior, donde se vislumbra el desmonte de la brecha dolomítica, una especie de piedra caliza pero con más magnesio.
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Desmonte |
Regreso por el camino; a la izquierda una gran panorámica con los elementos más llamativos de la esta ruta anárquica y exploradora: la presa, los miradores, el castillete, la acojonante "visera" y mucho más.
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El cañón de Entrepeñas, con la presa y la "visera" | |
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En sucesivas entregas seguiremos el Tajo aguas arriba, internándonos en la Alcarria profunda y mágica.
CONTINUARÁ